«Está comprobado que el ser humano es incapaz de mantener la concentración en un mismo tema durante una hora, así que mis clases durarán 45 minutos, el resto lo dedicaremos a hablar de otras cosas que no sean filosofía». Fue lo primero que nos dijo Llanos Lozano al entrar a clase. Yo fui alumna suya hace ya muchos años, pero reconozco que nunca he tenido un profesor como ella. Y eso que he pasado por muchos colegios porque, por la profesión de mi padre, la familia tuvo que trasladarse en varias ocasiones, eso sin mencionar a los profesores de la carrera. Y sí. Tengo que reconocer que no sé qué tenía la profesora Llanos que me he acordado de ella toda la vida. Yo no la conocía, nunca me tomé un café con ella después de las clases, nunca tuve oportunidad de decirle lo mucho que había aprendido de Aristóteles o Platón gracias a su forma de explicarse. «Aristóteles, Platón, Descartes y Kant, como el padre nuestro», nos decía mientras nos preparaba para selectividad. Ignoro cuál sería su secreto pero la realidad es que sabía transmitir sus conocimientos como nadie. Era de esas mujeres que cuando hablaba tenías que escucharla y no sólo la escuchabas, además, la entendías y aprendías sin necesidad casi de estudiar luego la materia en casa. El ser en acto y el ser en potencia de Aristóteles ¡¿Cómo entender la metafísica aristotélica a los 17 años y encima que te guste?! Pues eso lo conseguía Llanos, no me pregunten cómo. Ponía ejemplos de la vida real, porque ella tuvo una vida muy pegada a la realidad. En ese cuarto de hora que nos regalaba para el descanso de nuestras mentes adolescentes nos contaba algunos problemas de la vida, la suya, que me consta que no fue un camino de rosas. Como digo, yo no la conocía y ella seguro que no se acordaría de mí, una alumna más entre tantísimas que tuvo a lo largo de su vida. Por eso casi que ni me atrevo a tener la osadía de escribir sobre ella. Pero una cosa sí que sé de Llanos. Estoy convencida de que hubiese captado nuestra atención los 60 minutos completos de la clase porque cuando Llanos razonaba sólo podías escucharla a ella. Descanse en paz.