Los efectos de la crisis siguen pesando de manera poderosa en el tejido productivo balear. Una de sus consecuencias más hirientes es que se ha engrandecido la brecha entre los salarios que perciben los hombres y los que cobran las mujeres. Entre 2010 y 2014 los hombres consiguieron, pese a las dificultades, que sus ingresos creciesen en más de 550 euros anuales, mientras que las mujeres vieron como decrecían en más de 800. Se trata de una discriminación intolerable en una sociedad que aspira a ser cada vez más igualitaria y desarrollada.

La estructura económica. El turismo reclama, en muchos casos, puestos de trabajo de baja cualificación. A ello hay que añadir el exceso de oferta de mano de obra en los ciclos económicos bajos con una importante incidencia del paro. Es en estas coyunturas cuando padecen más los segmentos más débiles, y en ellos hay que incluir a las mujeres. Su rol en la sociedad es imprescindible, incluso heroico cuando han de compaginar vida laboral con el cuidado de hijos o mantener ellas solas sus familias, Encima, y los datos lo demuestran, están más expuestas a abusos en el mercado laboral. Es vital que los poderes públicos se tomen más a pecho esta discriminación y apliquen todos los recursos a su alcance para paliarlo.

Situación general. Sería un error analizar la coyuntura del mercado balear sólo desde una perspectiva de sexos. El problema es más profundo. El Archipiélago se hallaba hace menos de dos décadas a la cabeza de España en renta per cápita, pero en los últimos tiempos ha bajado muchos escalones, mientras otras comunidades han alcanzado niveles de renta familiar más sólidas e importantes. Balears es ahora una comunidad pésimamente financiada, con escasas inversiones públicas y con una capacidad de maniobra mínima por parte de unas instituciones endeudadas. El trabajo precario es en parte consecuencia de esta realidad. Y las mujeres son las que más sufren esta pobre financiación y la asfixia de la iniciativa pública.