Las cifras sobre la evolución del número de extranjeros que han adquirido la nacionalidad española en Baleares, dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística, son un claro indicador del cambio que está experimentando nuestra sociedad. Sólo en la última década han sido más de cuarenta mil las personas que, en su gran mayoría procedentes de países latinoamericanos, ya son españoles a todos los efectos. Esta evolución, que en los últimos años había descendido como consecuencia de la crísis, está registrando un repunte a partir del pasado ejercicio de 2016.

Máxima integración. Asimilar la condición de ciudadano español no se debe limitar a un mero proceso administrativo. Desdesde la diversidad y el respeto a los orígenes debe generarse un proceso de integración del que el conjunto de la sociedad debe ser la principal beneficiaria. La interacción cultural es la vía adecuada para garantizar una convivencia enriquecedora de todas las comunidades, por lejanas que sean sus procedencias, pero siempre sustentadas en el respeto. Baleares, con una lengua y una cultura propias, es un ejemplo de este crisol que también reclama su derecho –y también su obligación– a transmitirlas a todos quienes las eligen como su nueva residencia. En esta vía el papel de las instituciones es determinante para alcanzar con éxito los objetivos.

Convivencia ejemplar. En las Islas no se han detectado conflictos significativos derivados de la llegada de un importante número de extranjeros, muchos de los cuales con los años acaban manifestando su deseo de adquirir la nacionalidad española. Del mismo modo que los españoles lo fueron durante las primeras décadas del siglo pasado, y muchos de ellos salieron de Balears, los emigrantes que llegan aportan no sólo fuerza laboral –incluso con formación universitaria–, también rejuvenecen nuestra estructura poblacional, especialmente envejecida como el resto de los países occidentales.