Este mes de mayo está dedicado preferentemente a la santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Recordemos a nuestras madres, sabiendo que merecen todo nuestro respeto y cariño. El amor de madre es el más puro y desinteresado. Los sufrimientos de un hijo son los sufrimientos de una madre, y las alegrías de un hijo son las alegrías de una madre. Después de Jesucristo está nuestra Madre del Cielo. Hemos de querer más a la Virgen María como merece ser honrada y amada con toda el alma. La Virgen, Reina y Madre, Madre amorosa y Reina poderosa que siempre nos ayuda y nos protege. Digámosle: ¡Madre, aquí tienes a tus hijos!!
Escuchemos con mucha atención lo que dice San Bernardo, devotísimo de la Virgen, como todos los santos. Si se levantaren vientos de tentaciones, si tropezares en escollos de tribulaciones, invoca a María. Si la irá, la avaricia, el deleite carnal sacudieren con furia la navecilla de tu alma, vuelve los ojos a María. Si turbado ante el recuerdo de tus enormes pecados o aturdido por la deformidad de tu conciencia, o aterrado ante el pavor del juicio, comienzas a sumergirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María, invoca a María. Que María no se aparte de tu boca, no se aparte de tu corazón y a fin de obtener los sufragios de su intercesión, no te apartes de los ejemplos de su vida. Si la sigues, no te descaminarás, si recurres a ella, no te desesperaras, si en ella piensas, no te perderás, si ella te tiene de su mano no caerás, si te protege, nada tendrás que temer, si te dejas llevar por ella, no te fatigara, si ella te ampara, llegarás felizmente al Puerto.
Finalmente, recordemos las palabras de San Anselmo: El que accede a la Virgen es imposible que se condene.
Bajo tu protección nos acogemos santa Madre de Dios, escucha nuestras súplicas, Virgen gloriosa y bendita.
Si algún día te olvidare tú no te olvides de mí.